domingo, 30 de junio de 2013

La nueva Ilustración

El espíritu newtoniano no desilusionó a todo el mundo. Muchos pensadores importantes aprobaron el proyecto de la Ilustración, especialmente en Inglaterra y Francia. Es más, los conceptos centrales de la psicología norteamericana del siglo xx procedían de la nueva Ilustración.
Utilitarismo De una forma u otra, el utilitarismo ha influido poderosamente en todas las ciencias sociales. Propone una teoría de la motivación humana, llamada hedonismo, sencilla y potencialmente cuantificable. Avanzado en principio por Demócrito, el hedonismo propone que la gente se mueve únicamente buscando el placer y evitando el dolor.
Una parte del atractivo del utilitarismo proviene de su flexibilidad. Aunque el principio de utilidad es sencillo, respeta las diferencias individuales, y las diferentes y variadas clases de placeres y dolores que la gente persigue o evita. El principio de utilidad es fundamental para la mayoría de las teorías económicas. En psicología, ha proporcionado las doctrinas motivacionales del conductismo, y continúa ejerciendo influencia en las teorías de la toma de decisiones y en las de la elección.
Transformar el hedonismo en una teoría científica, cuantitativa y práctica fue la empresa que acometió el reformador inglés y Newton de la mente, Jeretny Bentham (1748-1832). Este autor dio comienzo a su obra Introduction lo the Principies oj'Moráis and Legislation (1789-1973, p. 1) (Introducción a los principios de la moral y la legislación) con una declaración contundente de hedonismo utilitarista: «La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos maestros soberanos, el dolor y el placer. Sólo ellos nos señalan lo que deberíamos hacer, así como también determinan lo  que haremos... Nos gobiernan en todo lo que hacemos, decimos y pensamos». La afirmación de Bentham es típica de un filósofo de la Ilustración, ya que fusiona una hipótesis científica sobre la naturaleza humana con un canon ético sobre cómo debería vivir la gente. No sólo el placer y el dolor «nos gobiernan en todo lo que hacemos» (hipótesis científica), ellos también "deberían» hacerlo así (canon moral). Por supuesto, que algunos pensadores anteriores habían reconocido la tentación del hedonismo, pero habían esperado que pudiera controlarse por algún otro motivo, por ejemplo, por el sentido moral planteado por los filósofos escoceses. La audacia de Bentham consistió en rechazar cualquier motivo que no fuera el de utilidad, por considerarlo como un sin sentido supersticioso, e intentar erigir una ética a partir de este rechazo.
Sin embargo, la definición de utilidad de Bentham no estuvo limitada solamente a los dolores y placeres sensuales. Bentham reconoció, además de éstos, los placeres de la riqueza, piedad y benevolencia, por mencionar sólo unos pocos.
La propuesta newtoniana de Bentham, acerca de la cuantificación del placer y el dolor, hizo a su principio de utilidad algo científicamente importante. La fuerza de la física newtoniana estuvo en su precisión matemática, y lo que Bentham esperaba en aportar una precisión similar a las ciencias humanas. Intentó medir con su «felicifie calculus» las unidades de placer y de dolor, de una forma que hiciera posible incluirlas en ecuaciones que predijeran la conducta, o que pudieran utilizarse por aquellos que tomaban decisiones para efectuar la elección correcta, es decir, la de mayor maximización de la felicidad. Los precios, en economía, son unos sustitutos convenientes del "felicifie calculus» de Bentham. Los economistas pueden determinar fácilmente cuánto pagará la gente por obtener placeres -sean galletas, conciertos, cannabis, etc. cuánto por evitar dolores -comprar sistemas de seguridad, seguros de salud o aspirinas-, y han desarrollado una ciencia muy matematizada a partir del principio de utilidad. Los intentos de la psicología por medir directamente las unidades de placer y dolor han resultado muy controvertidos, pero continúan a pesar de todo. Por ejemplo, en el incipiente campo de la economía conductual, se han desarrollado ecuaciones basadas en cuánto pagarán unas ratas o unas palomas, por ejemplo, cuántas respuestas operantes emitirán, a cambio de diferentes bienes económicos, tales como comida, agua o estimulación eléctrica. Bentham, como reformador social, quiso que los legisladores -la audiencia a la que había dirigido sus Principies- emplearan el felicific calculus para hacer las leyes.
Su objetivo debería ser 4a mayor felicidad para el mayor número posible*. Es decir, los legisladores deberían intentar calcular cuántas unidades de felicidad y de placer se generarían en todo el país por cualquier acción dada, y actuar siempre para maximizar la cantidad neta de placer. Por lo general, Bentham abogó por un gobierno mínimo, ya que, al igual que los Sofistas, creía que lo placentero y doloroso variaba de una persona a otra. Desde el punto de vista utilitarista, debería dejarse a la gente que libremente hiciera aquello que les hace felices, no lo dictado por un gobierno entrometido que persigue su propia función de utilidad.


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