El espíritu newtoniano no desilusionó a todo el mundo. Muchos
pensadores importantes aprobaron el proyecto de la Ilustración ,
especialmente en Inglaterra y Francia. Es más, los conceptos centrales de la
psicología norteamericana del siglo xx procedían de la nueva Ilustración.
Utilitarismo De una forma u otra, el utilitarismo ha influido
poderosamente en todas las ciencias sociales. Propone una teoría de la
motivación humana, llamada hedonismo, sencilla y potencialmente cuantificable.
Avanzado en principio por Demócrito, el hedonismo propone que la gente se mueve
únicamente buscando el placer y evitando el dolor.
Una parte del atractivo del utilitarismo proviene de su
flexibilidad. Aunque el principio de utilidad es sencillo, respeta las
diferencias individuales, y las diferentes y variadas clases de placeres y
dolores que la gente persigue o evita. El principio de utilidad es fundamental
para la mayoría de las teorías económicas. En psicología, ha proporcionado las
doctrinas motivacionales del conductismo, y continúa ejerciendo influencia en
las teorías de la toma de decisiones y en las de la elección.
Transformar el hedonismo en una teoría científica, cuantitativa
y práctica fue la empresa que acometió el reformador inglés y Newton de la
mente, Jeretny Bentham (1748-1832). Este autor dio comienzo a su obra
Introduction lo the Principies oj'Moráis and Legislation (1789-1973, p. 1)
(Introducción a los principios de la moral y la legislación) con una
declaración contundente de hedonismo utilitarista: «La naturaleza ha puesto a
la humanidad bajo el gobierno de dos maestros soberanos, el dolor y el placer.
Sólo ellos nos señalan lo que deberíamos hacer, así como también determinan lo que haremos... Nos gobiernan en todo lo que
hacemos, decimos y pensamos». La afirmación de Bentham es típica de un filósofo
de la Ilustración ,
ya que fusiona una hipótesis científica sobre la naturaleza humana con un canon
ético sobre cómo debería vivir la gente. No sólo el placer y el dolor «nos
gobiernan en todo lo que hacemos» (hipótesis científica), ellos también
"deberían» hacerlo así (canon moral). Por supuesto, que algunos pensadores
anteriores habían reconocido la tentación del hedonismo, pero habían esperado
que pudiera controlarse por algún otro motivo, por ejemplo, por el sentido
moral planteado por los filósofos escoceses. La audacia de Bentham consistió en
rechazar cualquier motivo que no fuera el de utilidad, por considerarlo como un
sin sentido supersticioso, e intentar erigir una ética a partir de este
rechazo.
Sin embargo, la definición de utilidad de Bentham no estuvo
limitada solamente a los dolores y placeres sensuales. Bentham reconoció,
además de éstos, los placeres de la riqueza, piedad y benevolencia, por
mencionar sólo unos pocos.
La propuesta newtoniana de Bentham, acerca de la cuantificación
del placer y el dolor, hizo a su principio de utilidad algo científicamente
importante. La fuerza de la física newtoniana estuvo en su precisión matemática,
y lo que Bentham esperaba en aportar una precisión similar a las ciencias
humanas. Intentó medir con su «felicifie calculus» las unidades de placer y de
dolor, de una forma que hiciera posible incluirlas en ecuaciones que predijeran
la conducta, o que pudieran utilizarse por aquellos que tomaban decisiones para
efectuar la elección correcta, es decir, la de mayor maximización de la
felicidad. Los precios, en economía, son unos sustitutos convenientes del "felicifie
calculus» de Bentham. Los economistas pueden determinar fácilmente cuánto pagará
la gente por obtener placeres -sean galletas, conciertos, cannabis, etc. cuánto
por evitar dolores -comprar sistemas de seguridad, seguros de salud o
aspirinas-, y han desarrollado una ciencia muy matematizada a partir del
principio de utilidad. Los intentos de la psicología por medir directamente las
unidades de placer y dolor han resultado muy controvertidos, pero continúan a
pesar de todo. Por ejemplo, en el incipiente campo de la economía conductual,
se han desarrollado ecuaciones basadas en cuánto pagarán unas ratas o unas
palomas, por ejemplo, cuántas respuestas operantes emitirán, a cambio de
diferentes bienes económicos, tales como comida, agua o estimulación eléctrica.
Bentham, como reformador social, quiso que los legisladores -la audiencia a la que
había dirigido sus Principies- emplearan el felicific calculus para hacer las
leyes.
Su objetivo debería ser 4a mayor felicidad para el mayor número
posible*. Es decir, los legisladores deberían intentar calcular cuántas
unidades de felicidad y de placer se generarían en todo el país por cualquier
acción dada, y actuar siempre para maximizar la cantidad neta de placer. Por lo
general, Bentham abogó por un gobierno mínimo, ya que, al igual que los
Sofistas, creía que lo placentero y doloroso variaba de una persona a otra.
Desde el punto de vista utilitarista, debería dejarse a la gente que libremente
hiciera aquello que les hace felices, no lo dictado por un gobierno entrometido
que persigue su propia función de utilidad.
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